La pesadilla



El presidente no tiene quién le aplauda, por eso convocó el pasado martes en Palacio Nacional a todos sus amigos para que le festejaran todo: ademanes, poses, frases, miradas y hasta una cadena de desaciertos en que se convirtió su discurso
El presidente no tiene quién le aplauda, por eso convocó el pasado martes en Palacio Nacional a todos sus amigos para que le festejaran todo: ademanes, poses, frases, miradas y hasta una cadena de desaciertos en que se convirtió su discurso alejado, distante, de lo que debería ser su Tercer informe de gobierno.
Fiel a la ortodoxia impuesta por Vicente Fox, que amparado en los cambios constitucionales que exoneraron a los titulares del Poder Ejecutivo a presentarse ante los miembros del Congreso de la Unión a rendirle cuentas a los representantes del pueblo, convocó a su club de fans a escucharlo en el mismo escenario que a Peña Nieto para que le tributaran pleitesía, el martes, el presidente de México lo hizo igual, diciéndole a los mexicanos a través de -sus medios de comunicación, los que lo impusieron-, que lo que para nosotros es de noche, para él es de día; lo que para nosotros es retroceso, para él avance; lo que para nosotros es inseguridad, para él paz; lo que para nosotros es carestía, para él estabilidad económica; lo que para nosotros es desempleo, para él trabajo; lo que para él es educación social, para nosotros es elitista; lo que para nosotros es insatisfacción en salud, para él es orgullo del sistema de salud pública; lo que para nosotros es atraso, pobreza y hambre, para él es progreso, riqueza y abundancia alimentaria.
Fue generoso, excesivamente generoso con él. No se limitó en autoelogios culpando de los problemas económicos que tiene México a situaciones externas y nunca por sus errores. Porque tendría que hacerlo si para ello había llevado a miles de corifeos para que le festejaran todo, hasta los muertos de Ayotzinapa, la matanza de Tlatlaya, el escándalo de la casa blanca, los excesos de sus hijastras, la fuga de Joaquín Guzmán Loera y hasta los pleitos de alcoba porque hoy, don Enrique sale más en las revistas sentimentales que en los diarios internacionales. El mexican moment solo fue un día soleado y efímero que le permitió acaparar las fotos en las revistas voceras del Departamento del Tesoro de Estados Unidos o los comentarios en el Financial y The New York Times, entre otros.
Las ovaciones iban y venían porque el país está vacunado contra todo gracias a las reformas estructurales, esas que han hecho que la gasolina haya bajado de precio, como lo prometió en campaña; que la luz igual, que los precios de los artículos de la canasta básica también, que ya tengamos una educación de calidad con escuelas que ni baños y techo tienen. Pero…..la cereza se la guardó al final cuando arremetió contra sus pesadillas, aquellas que no lo dejan dormir por lo que escuché, desde hace buen tiempo: el populismo y López Obrador (sin mencionarlo, claro está, porque su otro yo no se lo permitió).
No pudo ocultar sus temores, sus
miedos y aprovechando que estaba en familia desató su furia contra el populismo, ese populismo que utilizó su compañero de partido Miguel de la Madrid Hurtado para con programas agrícolas darles limosnas a los campesinos y ejidatarios; ese populismo (demagogia) que utilizó el priista Carlos Salinas de Gortari con su programa solidaridad para remediar la pobreza que sus políticas públicas ya estaban generando; ese populismo (éste de derecha) del priista Ernesto Zedillo Ponce de León para rescatar a los “pobres banqueros” y sus deudas convertirlas en públicas para que las sigamos pagando nosotros –Fobaproa-; ese populismo del panista Vicente Fox que criticando al populismo de Andrés Manuel le copio la ayuda económica para los viejitos y lo convirtió en programa federal denominado 60 y más; y ese populismo del panista Felipe Calderón que con oportunidades saneaba su alma por la avaricia de la burguesía reaccionaria de este país.
De esa forma el presidente decidió aprovechar el marco de su tercer informe y la cadena nacional para ponerse los guantes contra el “populismo, la demagogia, las salidas falsas” y contra López Obrador, sin percatarse que los altos índices de popularidad de AMLO se los ha dado él con tanta tarugada que hace todos los días.
Al convertirse López Obrador en el principal opositor al proyecto reformista del presidente; al ser el que encabeza la lucha contra la corrupción del exgobernador del Estado de México y de su familia; al ubicar al Ejecutivo federal como el responsable de la inseguridad y baños de sangre que corren por el país y al precisar que es Peña Nieto el hacedor de la pobreza y miseria que permea al país el tabasqueño se ha catapultado en las preferencias electorales solo, hay que remarcarlo, aprovechándose de todos los desatinos del presidente que no conforme con ello, decide convertir un discurso de Estado el pasado 2 de septiembre en una declaratoria de guerra contra el que lo despierta sudando en las noches.
Ni en su primera ni segunda campaña Andrés Manuel había estado tan alejado en las encuestas electorales del segundo lugar como hoy y de los presumibles candidatos del PRI peor porque éstos se ubican hasta el quinto lugar. Los datos arrojados por el diario Reforma (1 de agosto de 2015), coinciden plenamente con la danza de números que tienen en Los Pinos. AMLO 42 puntos, Margarita Zavala 28, Miguel Ángel Mancera 25, en cuarto lugar El Bronco y muy alejado Osorio Chong con 17 puntos.
Estoy convencido que al presidente Peña le faltó un invitado de los más de mil 500 que tuvo en Palacio Nacional porque él sería el primero en pararse a aplaudir todo su discurso porque las acciones del Ejecutivo son las fortalezas de AMLO.

plazacaracol@hotmail.com
twitter: HELíHERRERA.es