Teoría y práctica del capitalismo monopolista



Mi opinión en un medio de comunicación en Poza Rica donde se leen mis artículos generó una crítica en mi correo electrónico del maestro Pablo Noriega sobre mi concepto acerca del Estado Benefactor y el Keynesianismo, que me provoca precisarlo
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Mi opinión en un medio de comunicación en Poza Rica donde se leen mis artículos generó una crítica en mi correo electrónico del maestro Pablo Noriega sobre mi concepto acerca del Estado Benefactor y el Keynesianismo, que me provoca precisarlo y discutirlo públicamente.
Es un error atribuir a Keynes la intervención del Estado en la economía que se aplicó en México, con la que diseñó el economista británico y su Estado regulador-benefactor. Lo es por dos razones: la primera porque la intervención del Estado en la economía en México se fundamenta en la política económica de las nacionalizaciones del presidente Cárdenas y las que siguieron por otros gobiernos posteriormente como la eléctrica y la de la banca, inclusive y la segunda: porque mientras éstas buscaban, de acuerdo con nuestro marco constitucional, perpetuar sus beneficios en la sociedad para distribuir de mejor forma la riqueza nacional, las de John Maynard solo las planteaba para salvar la crisis capitalista mundial, generada por el crack de 1929 y, una vez resuelta, regresarlas a la iniciativa privada.
No puedo soslayar que el citado economista, originalmente fue partidario del liberalismo económico y contrario, por tanto, a la intervención del Estado en la economía, siendo en 1926 cuando inició su ruptura con esa línea del pensamiento, con su libro El final de laissez faire, cuando asomaban las primeras tormentas de la caída de Wall Street, demostrando con ese acontecimiento la inviabilidad histórica del régimen capitalista inspirado en las teorías del libre mercado de Adam Smith y David Ricardo.
La crítica de Keynes a estas políticas económicas lo condujo a formular una teoría económica totalmente diferente a las concepciones de estos autores, esfuerzo que culminaría en 1936 con la publicación de su Teoría sobre el empleo, el interés y el dinero, que se convirtió en su obra principal. Allí planteaba que “no debería dejarse la economía en manos de las fuerzas ciegas del mercado so pena de que el capitalismo se enferme y desemboque en crisis”. Delineó de esa manera el Estado de bienestar que debe retribuir entre las masas sociales parte de la riqueza generada, con el fin de fortalecer el mercado interno, planteando la intervención del Estado en la economía solo como un solucionador de la crisis hasta que ésta se superara y nunca como un método permanente para impulsar las fuerzas productivas.
Es importante precisar que ambas concepciones, la nuestra y la de Keynes, fueron contrarias en su orientación y sus objetivos finales. El teórico británico propuso la intervención del Estado en la economía como una fórmula anticrisis, en calidad de regulador o árbitro entre los monopolios y consorcios que en esa época ya dominaban la economía mundial y las florecientes empresas públicas, con el fin de evitar que la lucha sin cuartel terminara dañando a ambas y primordialmente a la sociedad. Es en ese sentido que se habla en el lenguaje Keynesiano de un Estado regulador, considerando necesaria la intervención del Estado para rescatar las grandes empresas privadas en quiebra, saneándolas y devolviéndolas a la iniciativa privada tan pronto hubieran recobrado su alta rentabilidad. Con esto compruebo cómo Keynes se ocupaba de los problemas que afectaban a los Estados del capitalismo desarrollado -Estados imperialistas- y les buscaba solución para mantenerlos saludables, siendo, por tanto, un economista al servicio del capitalismo.
Lo explico de otra forma: persiguiendo objetivos estrictamente favorables a los monopolios, el Estado expropiaría ciertas empresas o ramas de la economía, pero en ningún caso las nacionalizaría, es decir,
no las pondría al servicio de toda la nación como ocurrió con el modelo mexicano, surgido de la Revolución Mexicana, interpretada sabiamente por el general Lázaro Cárdenas y por el ideólogo-filósofo Vicente Lombardo Toledano.
En el ámbito de lo social, la reforma Keynesiana condujo al llamado de bienestar que reconoce ciertos derechos e introduce algunas prestaciones sociales. Con ello se intenta redistribuir entre las masas trabajadoras una parte proporcionalmente pequeña de la riqueza generada en la sociedad, con el objeto de aligerar el proceso de concentración del producto en pocas manos, dado que de esa manera fortalece el mercado interno, con lo cual alejan las crisis económicas del sistema capitalista, aunque no las eliminan y de esa forma evitan que las contradicciones sociales alcancen altos grados de agudización dentro de sus fronteras y les generen problemas de inestabilidad y lucha social:(más explotación es =a menos salario es = a revueltas o revoluciones; en cambio + salario es = a estabilidad social), de allí se explica por qué durante décadas del siglo pasado los Estados capitalistas vivieron relativa paz, tranquilidad, situación que empieza a cambiar apenas en nuestros días, cuando la crisis del sistema capitalista en su conjunto se ha profundizado y alcanza niveles de agudización y confrontación social.
A contraparte el Estado mexicano surgido de la Revolución Mexicana planteó el intervencionismo económico que condujera, de hecho, mientras fue aplicada esa doctrina económica (nacionalizaciones), hacia la emancipación económica de México. En tanto el capitalismo monopolista de Estado Keynesiano fortaleció al imperialismo, el capitalismo de Estado ajeno y opuesto al Keynesianismo tendió a debilitar su poderío económico clasista (burgués). Aquí, el capitalismo producto de la revolución se da como principio de desarrollo económico; en cambio, el capitalismo monopolista de Estado es la última etapa del imperialismo. El nuestro es punto de partida; el de Keynes es punto de llegada a su fase final. En México el monopolio estatal surge como la respuesta progresista a la necesidad de romper todas las trabas semifeudales de la intervención extranjera (nacionalización petrolera, ferrocarrilera, de la tierra, eléctrica, telefónica, de la banca), con el propósito de abrir cauces al desenvolvimiento de las fuerzas productivas, en contrapeso y preminencia del capital oligopólico extranjero que detiene y deforma el crecimiento normal de nuestra economía. El Estado surgido de la revolución mexicana empezó a intervenir en el desarrollo económico y a tomar a su cargo las principales tareas para hacer posible el progreso de México, como se constató con el modelo desarrollista y/o milagro mexicano, cuyos estándares de vida para las masas sociales ni siquiera están a discusión, aun para los ideólogos de la derecha (aunque lo tachen de populismo).
De Keynes se puede decir, en síntesis, que no fue un teórico que haya renovado al capitalismo en el sentido de eliminar sus contradicciones y, por ende, extirpar sus crisis como usted lo afirma don Pablo. Nada de eso, Keynes solo aportó salidas temporales a los problemas que enfrentaban las potencias capitalistas y hacerlo, permítame escribirlo –un poquititito más humano-, a través de ciertos beneficios menores para la clase trabajadora. Allí están las empresas saneadas por el Estado y devueltas a la iniciativa privada boyantes (bancos, industria telefónica, etcétera), colgando galardones a sus dueños como los más ricos del mundo, mientras nuestra patria se hunde en la miseria, en la pobreza, en la ignorancia y se desangra, gracias al capitalismo salvaje, que tiene su fundamento en la revolución Keynesiana.