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Nuria Martínez
Las viviendas 16, 18 y 20 de la calle Mártires de Xalapa ahora son sólo recuerdos, han pasado ya cuatro meses desde la madrugada del uno de febrero cuando una explosión dejó sin hogar a tres familias que después de un sábado se habían arropado para dormir sin imaginar que horas después verían sus casas convertidas en escombro.

Es un día más para el barrio de El Dique que después de años de tradición ha sumado una historia más al sinfín de anécdotas que han nacido en sus calles, la vecindad que antes era adornada con una carnicería y pintura de colores ya no existe y en el silencio sordo que la rodea se han quedado los golpeteos de martillos de tres albañiles que con gorras y franelas cubren su rostro de la calidez de la mañana.

Pedazos de pared comienzan a desboronarse y caen firmes en el suelo de azulejos color amarillo y rojo que recibió a cientos de xalapeños que acudieron a la carnicería "El Dique" para comprar los chicarrones típicos para el desayuno de un domingo; caen y reiteran la pérdida del lugar, recuerdan que hace un mes un joven de 18 años perdió la vida y familias enteras fueron despojadas de su hogar.

Los días han transcurrido y la vida no se detuvo para todos los curiosos que el día del accidente acudieron a observar cómo los integrantes de Protección Civil y la Policía Estatal recogían y ayudaban a los heridos, el tiempo enterró el hecho, pero no para todos, no para las víctimas de un siniestro del que aún no se conoce la causa con exactitud y del que los mitos sobre un posible ajuste de cuentas, un atentado y la caída de una granada se vuelven virales entre los pobladores.

Fernando Cosquilla
Fernando Cosquilla es uno de ellos y quizá el que recuerda el hecho con más dolor y frustración, después de meses de la explosión que lo dejó bajo escombros junto a su esposa y a sus dos hijas de dos y ocho años se mira cansado de hablar del tema, de que le pregunten qué pasó con su casa, con sus pertenencias y con su vida; sus ojos negros se cristalizan cuando intenta hablar de lo que sucedió y de cómo un evento que no duró más de dos minutos cambió su realidad completamente.

Es un hombre de no más de 40 años, con ademanes firmes y que habla con gesto preocupado, que demuestra su hartazgo después de cada palabra; recuerda bien lo sucedido, relata que la noche del sábado fue normal, sus dos pequeñas, su esposa y él se dispusieron a dormir como cualquier otro día; sin embargo, en la madrugada, la vibración de la litera donde descansaban los despertó para ver cómo en un instante la casa caía encima de sus cosas y de sí mismos.

"El movimiento de la cama nos despertó, la cama se dobló toda a consecuencia de la vibración, luego todo empezó a caerse y quedamos atrapados por más de 20 minutos. Lo primero que te pasa por la mente al estar en esa situación es que te vas a quedar enterrado".

El miedo, la desesperación y la incertidumbre regresan instantáneamente a Fernando que intenta hablar despacio, pero que ni un momento olvida.

Su hija más pequeña lo observa hablar, se ríe, juega y Fernando le toma la mano un instante enmarcado con el nuevo local de plásticos que el municipio le otorgó como apoyo para establecerse de nuevo, asegura que al escuchar las voces de sus amigos del barrio la felicidad recorrió su cuerpo, pues el tiempo en la oscuridad parecía eterno y sin salida.

"Al escucharlos sentimos alegría, supimos que íbamos a salir y eso nos tranquilizó mucho, eran las voces de nuestros vecinos, de personas que conocíamos", un momento feliz aparece en medio de la estresante conversación, sonríe y luego, la frustración regresa a martillar la boca y las manos que sudorosas redirigen la historia.

"Mi auto se quedó sin vidrios y con abolladuras por todos lados, era uno de mis instrumentos de trabajo porque lo ocupaba para transportar el plástico que vendía, reparar los golpes cuesta 15 mil pesos y los vidrios 8 mil; el caso de los muebles y la mercancía es lo mismo, todo se perdió, 80 mil pesos de insumos para poner en venta, se perdió todo", las palabras cesan y el silencio deviene en la mirada de una esposa preocupada que lo ve mientras arregla el vestido de su hija mayor, siguen siendo una familia, siguen trabajando al día para sobrellevar los gastos de un hogar, pero han empezado desde cero.

"La versión del peritaje no me parece creíble, no puedo decir qué pasó, pero estoy seguro que no fue gas, estuve bajo los escombros con mi familia y nunca olimos gas. Sea lo que sea que fuera nos dejó endeudados y sin nada, el gobierno nos dijo mucho, pero no cumplió la luna y las estrellas que nos prometió, pero no importa, vamos a seguir trabajando", la gente viene y va y la venta aunque floja anima a la familia Cosquilla Fernández que con fortaleza continúan su día.

María Laura
Unos metros hacia la derecha, el olor a tortillas recién hechas aglomeran a ciudadanos que en busca de iniciar el día con el pie derecho se acercan a comprar picadas y quesadillas, mientras una mujer con gesto amable y una red en la cabeza los recibe, pocos saben que es María Laura González Serena, la habitante del departamento número 20 que el uno de febrero también quedó destruido.

La señora González Serena es amable y alegre, su trabajo parece tranquilo y no duda en hablar sobre lo ocurrido en febrero, asegura que aunque las autoridades son lentas en entregar el apoyo lo han hecho después de la visita a diversas instancias de gobierno.

"Nos dieron un apoyo para seis meses de renta, el apoyo me llegó un mes después, pero llegó, y esta semana fue cuando comenzaron la demolición, respecto a eso, veremos cuánto tarda la reconstrucción", precisa y resalta que es la cabeza de una familia de seis integrantes, por lo que la entrega de la vivienda es necesaria pues de no recibirla, la renta afectará su economía familiar.

María Laura cambia el perfil al hablar sobre lo que hará después de que los recursos que le fueron otorgados se acaben, el salario como cocinera no le permitirá pagar una renta y la educación de sus dos hijos y sus tres sobrinos.

"Ya veremos con qué medios nos arreglaremos, la casa era propia y ahora no tenemos patrimonio", las tortillas en el estufón comienzan a inflarse y María Luisa destaca que su experiencia cocinando le hace creer que en efecto, el peritaje realizado por las autoridades fue certero.

"Olía mucho a gas esa noche, al salir del desastre tuve que ir a vomitar, llevo años ocupando el estufón y cuando existe una fuga me doy cuenta rápido, yo lo olí y para mí fue gas", sus palabras afirman y traen al presenta las declaraciones de los peritajes: "fue una fuga de gas".

Rosa de las Nieves
Sin embargo, hay otra víctima que al igual que Fernando Cosquilla no lo ve así, Rosa de las Nieves Domínguez que durante años habitó en el número 18 de la calle de Mártires de Xalapa, con flores naranjas entre las manos, asegura que no fue gas y que prueba de ello fue la entrega de los tanques de cada una de las familias, tanques llenos y sin ningún problema.

"Nos dijeron que fue una acumulación de gas, pero jamás hablaron sobre el químico exacto que lo provocó, pero yo no descarto que fuera otra cosa, los cilindros de gas están intactos, entonces, ¿cómo pudo ser una acumulación?", Rosa de las Nieves es la afectada con voz más nerviosa, ahora vive con su hermano en una casa naranja ubicada frente a los escombros de su hogar, recordando día con día la explosión que le arrebató su espacio.

Ella no duda de las dependencias y mantiene la esperanza de que pronto la reconstrucción inicie, pues asegura que aunque el camino y los requisitos fueron extensos, el gobierno ha comenzado con la demolición.

"Pidieron un proyecto y lo entregamos hace dos meses y hace una semana vino una comisión de la Subsecretaría de Gobierno,de parte de Gerardo Buganza Salmerón, y esta semana comenzaron a tirar lo que quedaba".

Los testimonios de cada uno de los afectados regresan el tiempo, el miedo, la desesperación y los deseos de que su hogar regrese, de que la quietud de la noche nunca hubiera sido interrumpida, mientras que las historias y mitos sobre la explosión de El Dique se acrecienta día con día entre los ciudadanos que gozan de generar explicaciones sobre un accidente que nunca fue esclarecido por las autoridades y que dejó a tres familias con el miedo de no recuperar lo que un día construyeron.