Reflexión

Hernández Ochoa y Yunes Landa, enigma en la política

José



Lo anterior no es ajeno a lo que aconteció en la reciente elección gubernamental, donde el senador Héctor Yunes Landa logra la aquiescencia del Presidente de la República para utilizar el escudo de su partido, pero lo aísla en el manejo de las acciones política, es decir, sólo eres el candidato, pero el que sigue mandando es el gobernador Duarte
Siempre se ha comentado que lo que sucede en política es lógico, sobre todo porque los acontecimientos por venir se anunciaban con anticipación, así aconteció en las sucesiones gubernamentales de Marco Antonio Múñoz, Antonio M. Quirasco, López Arias y Murillo; sin embargo, en los casos de Rafael Hernández Ochoa y Héctor Yunes Landa se da una enigma en la vida política de Veracruz con los resultados espectaculares que ahora observamos.

Nulas posibilidades se le ve a Hernández Ochoa para suceder a Murillo Vidal en la gubernatura de Veracruz y más cuando es despedido por el presidente Echeverría de la Secretaría del Trabajo y todo porque acarició la idea de que podía sucederlo en la Presidencia de la República, mayúscula pretensión que lo llevó al ostracismo hasta que es rescatado por Reyes Heroles.

La historia contada por el propio exgobernador es del tenor siguiente: No hay duda que mantenía un estrecho vínculo con Echeverría desde la Secretaria de Gobernación; sin embargo, al destape presidencial, Moya Palencia –que venía de Pipsa, importadora de papel periódico– es designado el encargado de despacho, y al terminar la jornada electoral se le confirma como titular, en tanto Hernández Ochoa ocupa la Secretaría del Trabajo y en el trayecto se da el desaguisado que ocasiona el cese fulminante, cuando ya no se le contesta la red federal.

El largo silencio sepulcral que sufre Hernández Ochoa es resultado de sus improntos, pero se empieza a despegar cuando Murillo Vidal –a insistencia del periodista Froylán Flores Cancela– comienza a manejarlo para conformar la lista de los candidatos a diputados federales para integrar las cuadragésima novena legislatura por el distrito de Misantla, pero al llegar a la Secretaria de Gobernación se ve eclipsada cuando se le dice que ese nombre era un caso reservado al Presidente y que sería el único que habría de determinarlo.

El viacrucis -comentaba Murillo Vidal- llegó a Reyes Heroles –presidente del CEN del PRI- y posteriormente al Presidente de la República quien, de bote pronto dijo
“ ése no”. “Bueno si tú lo quieres es tu responsabilidad, pero adviértale que no se vaya andar promoviendo”. Así Hernández Ochoa fue candidato, junto con el doctor Juan Pablo Prom- éste también impulsado por el periodista de mérito- y el resultado final está en que la crisis generada por Reyes Heroles, al oponerse a la candidatura de Carbonell, abrió espacio para la gubernatura donde Carlos Sansores -líder camaral– litigó con los diputados, a favor de aquél. Intríngulis de la política, diría Perogrullo.

Ante los acontecimientos, Hernández Ochoa llega acotado al gobierno, pues el secretario de Gobierno, licenciado Luis Octavio Porte Petit, no era afín al Gobernador y se le vía como intruso; sin embargo, del grupo selecto son: Carlos Brito Gómez, Gonzalo Morgado, Padilla, Lobato, Yunes Linares y otros más, viéndose una etapa de incertidumbre y la amenaza latente de una licencia, ante las presiones de grupos campesinos y los liderazgos de Gómez Villanueva y Bonfil.

Lo anterior no es ajeno a lo que aconteció en la reciente elección gubernamental, donde el senador Héctor Yunes Landa logra la aquiescencia del Presidente de la República para utilizar el escudo de su partido, pero lo aísla en el manejo de las acciones política, es decir, sólo eres el candidato, pero el que sigue mandando es el gobernador Duarte, lo que lleva a Veracruz a la debacle electoral saludable, lo que ahora, afortunadamente, permite conocer de qué profundidad es la corrupción y la impunidad alentada desde las grandes esferas gubernamentales, a la que se piensa, no le extraña a Peña Nieto.

Ante lo que estaba sucediendo, nadie se puede llamar a engañado y, si no hubo un comportamiento de dignidad, no hay razón para lamentarnos lo que pasó y seguirá pasando, porque tenemos exactamente los gobernantes que nos merecemos por la abulia e irresponsabilidad a la que estamos acostumbrados; todo lo queremos conseguir de dedo, jamás dando la carta y de frente, por eso, en el pecado va la penitencia.

Diplomado en amparo y derechos humanos.
limacobos@hotmail.com