En fecha memorable se oyó un grito estridente, una voz de barítono que retumbó en el recinto del Congreso de la Unión, era el presidente de la República José López Portillo que, a unos días de entregar el poder a Miguel de la Madrid, con garbo expresó “nos han saqueado y no nos volverán a saquear�, firmando los decretos que nacionalizaban la banca y todos sus bienes para que, como negocio que es, la manejara el Estado.

Muy poco nos duró el gusto y puede decirse que solo fueron los momentos en que retumbaron, juntos con los aplausos que de pie, le tributó el congreso, porque luego vino la decepción, la respuesta de la sumisión y el contubernio, la corrupción y la impunidad, porque a los pocos años volverían al poder de los de siempre y ahora, a la distancia, en manos de extranjeros, porque para nosotros no es negocio.

No es cierto que la desgracia de México sea “estar lejos de Dios y cerca de los Estados Unidos�, sino que nuestra desgracia es que contamos con una causa de bandidos y ladrones que no tienen llenadera y con un gobierno cómplice e insaciable que reclama unidad en torno a la explotación y jamás a la solidaridad social.

Es deplorable lo que refleja el estudio de la comisión económica para América Latina y el Caribe de los flujos financieros ilícitos que han salido para los Estados Unidos que ascienden a 101 mil 600 millones de dólares en un año y que a México le corresponda el primer lugar con 48 mil 314 millones que equivale al 3.8 por ciento del producto interno y que en síntesis representa la mitad de la deuda externa del gobierno mexicano que ascendió a 86 mil 666 millones de dólares, cantidad que el gobierno de Trump –que la debe tener detectada- podrá en cualquier momento incautar para el propósito que quiera, pues por eso, asegura que se pagará con dinero de los mexicanos