Reflexión

Ante la crisis, insensibilidad de los ministros de la Corte

José



Mientras millones de mexicanos viven en la miseria y pobreza extrema, entretanto, once personas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación deambulan por el país o van por el extranjero con los recursos del pueblo hambriento
La mal llamada austeridad que se invoca por doquier, no es otra que una ocurrencia más de las muchas que anuncian, con pompa los gobiernos federal, estatales y municipales del país, sin que ello constituya una política pública ordenada y congruente, arrojando una competencia ridícula para ver quien declara una disminución mayor, no de los grandes y altos emolumentos que perciben, sino lo referente a infraestructura, con lo que se acredita que no son recursos indispensables y que luego se desvían para propósitos oscuros.

Mientras millones de mexicanos viven en la miseria y pobreza extrema, entretanto, once personas que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación deambulan por el país o van por el extranjero con los recursos del pueblo hambriento, harapiento y escuálido a presumir las grandes bondades de nuestro sistema político y que los derechos humanos, que están reconocidos en la Constitución Política de nuestro país, son defendidos, patrióticamente por el poder judicial, desgarrándose la toga y el birrete, para nulificar los desmanes y abusos de los otros poderes –legislativo y ejecutivo- acotándolos y sujetándolos a lo que mandata la ley de leyes.

Por cierto, dentro de algunos días – el 5 de febrero- se cumplen 100 años de la Constitución Política que fue aprobada en Querétaro en 1917, que orgullosamente fue considerada una de las más avanzadas del mundo por la protección a los derechos sociales -laboral y agrario, esencialmente- misma que ha sufrido cientos de reformas que la han ajustado, no a los intereses del pueblo sino a los intereses de la oligarquía dominante y si bien la Suprema Corte de Justicia , en el pasado, sus ministros hicieron historia, no se puede decir lo mismo de quienes ahora la integran o, al menos, no se ha dejado sentir brillantez y compromiso social, pues teniendo las herramientas jurídicas para trascender, han optado por no responder al clamor general, de una auténtica justicia social, esto es, son muy cuadrados, todo lo quieren en el estricto derecho, salvo contadas excepciones, más aún son displicentes e insensibles ante los reclamos populares.

Los referentes más destacados que prueban lo aquí reflexionado lo tenemos, dicen que para muestra un botón, con los casos de Castañeda Gutman, Rosendo Radilla, el fuero militar y otros, que le brindaron a la corte la oportunidad de brillar y sentar precedentes históricos lo que desaprovecharon por lo que el estado mexicano fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a reformar las leyes secundarias que agredían los derechos humanos y para que no se actuara regresivamente en lo subsecuente, se estableció en el artículo primero de la constitución, con precisión contundente, casi de primaria, en qué consisten estos
derechos humanos: universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad, por ello el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones, de ahí que todas las autoridades –pero sobre todo la Suprema Corte Justicia de la Nación-, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar esos derechos, lo que no se hizo en su momento, en síntesis, somos candil de la calle y oscuridad en la casa, pues firmamos cientos de tratados que en la cotidianidad no observamos.

No se necesitan más leyes, solo de observar aquellas que están acorde con la constitución, o bien revisar los antecedentes históricos para arribar, por ejemplo, que son derechos humanos la salud, vivienda, el salario remunerado, ambiente sano, la alimentación, educación, etcétera, y el país ha entrado en una crisis sería, sin que la corte haya su observancia de manera oficiosa, pues solo que los ministros, amparándose en sus altos y descomunales sueldos –que ellos mismos se impusieron-no quieren modificarlos porque se violaría la autonomía de ese poder, sin observar que el artículo 127 constitucional reformado señala que ningún servidor público debe percibir un salario superior al Presidente de la República, haciéndose de la vista gorda para no acatar lo que mandata que ahí se mandata, con lo que se evidencia su insensibilidad social, pues no tan solo eso, sino que se tienen un cúmulo de apartados en su presupuesto que no se trasparenta, en fin, pueblo miserable y harapiento y togados enriquecidos en forma desmedida.

Pero no solo son los ministros de la corte los que se agandallan, sino también los integrantes del tribunal electoral, de ese mismo poder, -como bien se relata en la edición de “la jornada†del viernes 13,- que se llevan 546 millones de pesos. Se podrá alegar que no es ilegal lo que hacen estos togados, quienes además, en la opacidad manejan su presupuesto y los desproporcionados sueldos y beneficios que perciben, y por lo mismo existe una seria inconformidad y enojo por lo injusto y carente del mínimo espíritu de solidaridad que, si el campo se está incendiando no se contribuya a detener el fuego; no se actúa con responsabilidad, más cuando ya la constitución, de la que son vigilantes y los primeros en respetarla deben ser ellos, habla de que nadie debe percibir un salario mayor que el Presidente de la República, por lo que la prudencia debe hacerlos recapacitar y actuar, con limpieza de miras, pues haciendo a un lado su egocentrismo y en congruencia con el momento que vive el país, que es desgarrador, ajustarse el cinturón y ceder un poco de los muchos millones acumulados al amparado de ser togados de la nación.

*Diplomado en amparo y derechos humanos

limacobos@hotmail.com.