De los libros presidenciales



He leído de todo, desde memorias, hasta los mamotretos de Carlos Salinas que, como Luis Pazos, sacaban un libro por mes y, desde luego, el más reciente de don Felipe Calderón, donde quizás lo más trascendental del mismo son las frases allí estampadas
Para mi camarada Miguel Jorge Enríquez,
quien murió luchando por un México más
humano y justo. (alineado a la derecha)


Parece ser ya una regla general que los expresidentes de México cuando dejan el cargo, que se dediquen a dos cosas a) A escribir libros donde justifican los actos realizados, como una forma de expiación de conciencias y b) A redactar otros donde se ponen a darle consejos a los que detentan en ese momento el poder, con la consabida pregunta que nos hacemos los lectores ¿Por qué no hicieron ellos las recomendaciones durante su mandato?
He leído de todo, desde memorias, hasta los mamotretos de Carlos Salinas que, como Luis Pazos, sacaban un libro por mes y, desde luego, el más reciente de don Felipe Calderón, donde quizás lo más trascendental del mismo son las frases allí estampadas, de su puño y letra, dictadas por su otro yo que no lo deja en paz, no tanto porque se bautizó como el presidente del empleo y terminó siendo el del desempleo; o porque haya empeñado su palabra que iba a ser distinto a los surgidos del Partido Revolucionario Institucional y terminó siendo uno más de ellos; o porque iba a combatir a la delincuencia organizada y su desorganización le costó más de 80 mil muertos a un país, de suyo desangrado.
Fuera de eso, de las oraciones pensadas y reflexionadas del ahora expresidente, repensadas porque van a ser públicas y quedarían escritas para la historia, como esa de “me dolió y apesumbró cada una de esas muertes†lo demás es basura, porque son páginas y páginas de flagelaciones, buscando siempre una justificación sobre el porqué en lugar de combatir la miseria la aumento; del porqué fallaron sus políticas públicas para disminuir la pobreza; del porqué la realidad chocaba con su discurso al hablar de bienestar social cuando el poder adquisitivo de más de 75 millones de compatriotas iba en picada; del porqué la propaganda oficial en radio, medios escritos y televisión puntualizaban al seguro popular como el acceso de las grandes mayorías a estándares de salud de naciones desarrolladas, cuando esas mismas masas son testigos todos los días de la inoperancia no solo de ese invento sexenal, sino de todas las instituciones médicas públicas como el Instituto Mexicano del Seguro Social o del ISSSTE, donde aparte de no contar con el personal necesario, la infraestructura requerida y el material quirúrgico y medicinal para medio enfrentar las enfermedades de sus derechohabientes. Lo mediático chocaba con lo que viven a diario millones y millones de mexicanos.
Los “grandes logros†que enseñorea en su texto relativos al crecimiento de la economía no le sirven de consuelo a los niños que ya se mueren de hambre en México. La estabilidad del peso frente al dólar que tanto presume, no remedia la escasez del circulante
no solo a ras social, sino en las medianas y grandes empresas que eso le sirve para dos cosas: para nada y para nada. El control de la inflación y su manutención en un solo dígito de la que se vanagloria habría que explicársela con manzanas a las familias que han visto desaparecer de su mesa blanquillos, pan, carne de pollo y res, leche, vestimenta, diversiones, educación y vivienda.
Lo que para él son triunfos de su gobierno, para nosotros son golpes a nuestro nivel de vida. Pero él se dice satisfecho por sus seis años de estar al frente del Poder Ejecutivo, por eso afirma que además le sirvieron para hacer amigos refiriéndose, no me cabe la menor duda a Carlos Slim, a Emilio Azcárraga, a Ricardo Salinas Pliego, a la familia Aramburozabala, a la familia Diez y a tantas otras que acrecentaron fortunas en su sexenio, muchas de ellas pasando a formar parte de las lista de Forbes.
He tratado desde que terminé de leer ese libro encontrar alguna diferencia con los que escribió Salinas de Gortari y solo encuentro similitudes en frases y resultados; las primeras lastimeras, piadosas, como aquellas de que “pude hacer más pero no lo hice, cuidando siempre los intereses de Méxicoâ€. “Terminé mi gobierno insatisfecho, porque no cumplí a cabalidad lo que me propuse como candidatoâ€, y por lo que se refiere a los resultados, pues bueno, qué se puede abonar a su favor cuando estamos peor que cuando nos dejó Fox.
Ya nos tienen acostumbrados estos políticos metidos a literatos que durante su gobierno ayunan de ideas, de planes, de talento para solucionar los problemas de la economía nacional y del bienestar de sus gobernados, pero que tan pronto lo concluyen la inteligencia y brillantez ideológica les llega como una luz, que quieren irradiársela a sus sucesores.
Créanme que es difícil decirlo pero a juicio de ser honesto, de entre todos los libros escritos por expresidentes de México me quedo con las memorias de José López Portillo, porque al final de los dos tomos lo rescatable es que puso al descubierto los entuertos de la política mexicana, de la cultura del dedazo en los gobiernos priístas que nos hace recordar a Luis Spota y esa tercia de libros extraordinarios Palabras mayores, Sobre la marcha y El primer día.
Quise referirme en este espacio hoy a este libro y a este expresidente, porque el mismo no tendría tanta importancia de no ser porque la esposa de Felipe Calderón, doña Margarita ya se apuntó como futura diputada federal para desde allí, construir su precampaña para erigirse como la candidata de su partido Acción Nacional para la Presidencia de la República para el sexenio 2018-2024, circunstancia total y absolutamente deleznable para todos los mexicanos agraviados por el gobierno de su marido.
¿Lo harán confiados en la desmemoria nuestra?